Ligas domésticas, supercopas, copas nacionales e incluso la Liga de Campeones y la Europa League, son torneos que tienen una dimensión deportiva y social más focalizada, más delimitada en ciertas partes del territorio de cada nación o continente por lo que la repercusión social que tienen es grande pero no llega a la del tipo que puede causar en una competición nueva, con apenas 5 años de existencia real, y una serie de incongruencias en el camino desde el 2.000 hasta el 2.005 que impidieron realizar la competición. Es el Mundial de Clubes de la FIFA, para mí uno de los pocos aciertos del organismo internacional del balompié en la primera década del nuevo siglo.
Y es que la dimensión que poco a poco se le va otorgando a una competición tan global, tan multirracial, tan diversa, tan enigmática hace de ella una competición que muy pocos valoramos como importante hoy en día pero que en unos años mucha gente considerará fundamental.
¿Por qué durante años sólo han jugado el torneo – o mejor dicho, el único partido- equipos europeos y sudamericanos, y se consideraba al ganador como el mejor equipo del mundo?¿Acaso África, Asia, u Oceanía no son continentes de este planeta?
El fútbol está en constante evolución y los organismos parece ser que han tardado en dar el paso definitivo para ver una competición global de fútbol, en donde cada rincón del planeta se vea representado aunque sea mínimamente, sin pensar en alguna ocasión como si no fueran parte de este mundo, como si no tuvieran una ilusión por empujar espiritualmente a su equipo hacia la victoria, privándoles unos comisarios de quizás una de sus pocas ilusiones en muchas de sus vidas tristes.

Por ello, y por esa gente que soñó algún día con ver a sus vecinos, a sus amigos, jugar contra muchos de sus futbolistas preferidos, me animé a escribir sobre la victoria del equipo congolés. TP(Todo Poderoso) Mazembe es el nombre completo de este humilde club para el resto del mundo, pero exitoso para África. Fundado en 1.939por unos monjes benedictinos, ha ido escalando a nivel africano de forma sorprendente, hasta llegar a ser uno de los más poderosos del continente, y vigente ganador, por segundo año consecutivo, de la Liga de Campeones de África (6-1 ante el Espérance Sportive de Túnez). Su humildad y trabajo rompieron barreras hace unos años en el continente, pero ayer derribaron quizás el obstáculo más grandes hasta entonces: Derribaron el bunker del fútbol mundial, demostrando que la ilusión puede con todo, sin importar dinero ni calidad, sólo con esa fuerza a la que pidieron ayuda con sus rezos al comienzo de ambas mitades, y con el apoyo de su gente, que llevaba tiempo deseando ver a los suyos en un escalón importante del fútbol mundial. Y lo consiguieron, venciendo nada más y nada menos que 2-0 al Internacional de Portoalegre de Giuliano, D’Alessandro, Tinga y compañía que estaba pensando en la final del sábado sin acordarse de que el fútbol es tan imprevisible como para menospreciar al rival, hecho que pagó caro, y que le costará ser el primer equipo que cae en semifinales con un conjunto del continente negro.
Pero es lo de menos, es lo superfluo de este asunto que ha puesto de manifiesto la grandeza de la proeza del conjunto congoleño en la competición, que le ha permitido ser recolocado en un mapa en el que parecía que ciertos territorios no existían en el mundo del fútbol.
Blatter seguro que estará contento al ver como su competición se globaliza, se magnifica y no es un pequeño holding de equipos que se disputan cada año el preciado torneo. El Mazembe ya está en la final del Mundial de Clubes, y oficialmente, si lo gana, llevará el escudo de la FIFA que atesora ahora mismo el FCB como mejor equipo del mundo, por lo que podría recoger el testigo del equipo de Guardiola. Y si pierde, será una derrota menor, porque ganará el fútbol global, y en definitiva el Mazembe ya ha ganado.
La alegría, la justicia, la ilusión, la diversión, la diversidad, la grandeza del pequeño, la humildad, el trabajo y la perseverancia han abierto las puertas hacia un fútbol global, que no sólo celebran en Lumbumbashi, sino en toda África, en donde su magnitud social es más grande que la deportiva, sólo por el anhelo de la igualdad, sólo por la esperanza de un mundo mejor en lo cotidiano para ellos, sólo y mucho a la vez por ser considerados como los grandes olvidados de este mundo incoherente y capitalista que muy pocas veces mira por ellos, y desde el que ellos miran y sonríen perennemente cuando pierden, ganan y empatan. Y ellos nos han dado a todos una nueva lección, de tantas que dan a lo largo de sus vidas con ese carácter afable, y dulce. Esta victoria es el triunfo de África como UNIDAD, ya que es un triunfo del fútbol negro y en general del fútbol como acontecimiento social más que deportivo, que intenta aunar esfuerzos y ser lo más cosmopolita posible. Se han colado en el guión, lo que les permite ser, aunque sea por un día, los grandes protagonistas de este deporte.