lunes, 6 de diciembre de 2010

El despegue -parece que definitivo- de Nasri

Chateauroux (Francia) Sábado 15 de Mayo de 2.004. Final del Europeo sub 17 entre las selecciones de Francia y España. La anfitriona llega a su cuarta final de un campeonato continental tras las dolorosas derrotas anteriores.
La España de un tal Cesc Fábregas será el rival a batir por los galos para llevarse el primer entorchado europeo sub 17 de su historia. Encuentro muy disputado que llega antes del minuto 90 con empate a uno, gracias a los goles conseguidos por Kevin Constant para los galos y Gérard Piqué para los españoles. Pero cuando corre el minuto casi 90, un tal Samir Nasri del Olympique de Marsella coge el balón en tres cuartos de campo, avanza con esa exquisita conducción de balón, y se saca un portentoso y colocado disparo que se cuela en la meta del español Adán. 2-1 para Francia, campeonato de Europa en el bolsillo y comienzo de una carrera fulgurante pero…intermitente pero todavía prometedora.

Lo anterior podría ser perfectamente un párrafo de cualquier periódico deportivo galo o internacional que le hubiera dado cierta relevancia al Europeo sub 17 de Francia del año 2.004. Allí se formó, posiblemente por esa carrera que se preveía prometedora, un gran buzón de ilusiones y esperanzas puestas sobre aquel chico que intentó hacer sombra a otro llamado Fábregas que impresionó a la mayoría de ojeadores de clubes asistentes al torneo, cita llena de jóvenes promesas dispuestas a dar guerra en posteriores años.

Samir Nasri tuvo la gloria en la final tras guiar a su equipo hacia la finalísima, territorio comanche tras las derrotas sufridas en campeonatos anteriores. Pero la afrontó como el eje del equipo, como ese líder capaz de decidir un partido gracias a su exquisitez técnica y llegada.
Marsella, su ciudad natal, había descubierto al mayor diamante en bruto tras la casi utópica creencia de que jamás saldría un jugador de cierto parecido y exquisitez al adorado Zinedine. Las comparaciones quizás no le hicieron bien, algo que le afectó en ocasiones en su juego aunque no le impidió ser el mejor jugador joven la Ligue 1 en 2.007, llevando a su equipo al subcampeonato liguero tras varios años en el ostracismo.
En 2.008, todos los focos se fijaron en él cuando Arséne Wenger se lo llevó para Londres, como uno de los pilares que construirían el nuevo Arsenal, ese nuevo club lo más parecido a las selecciones inferiores, en donde la creatividad de Samir, junto con la categoría ya adquirida por Cesc Fábregas, harían del equipo gunner un auténtico filón en Europa. Todos los focos de la prensa internacional, que había quedado asombrada con el galo, recaían ahora sobre él.
Pero, o las lesiones, que le impidieron tener continuidad, o su nueva reubicación en la derecha, que le hizo sentir incómodo, estancó las prestaciones de aquel prodigioso mediapunta que parecía condenado a ser simplemente un actor secundario de la película del director Wenger. Bajó su popularidad, bajó ese enfoque de los analistas internacionales sobre él, y Nasri volvió la temporada pasada con algunas actuaciones que hicieron re- creer en él a muchos de los apasionados de este deporte. Y el sábado, cuando todo el mundo veía que el partido se le complicaba más de la cuenta ante el Fulham, un sensacional Nasri apareció de nuevo en escena, con más fuerza que nunca, para asombrar al mundo con dos golazos de auténtico fenómeno mundial, de futbolista llamado a hacer historia en este deporte. Por cualidades no va a ser,la continuidad es su asigantura pendiente. Despegó Nasri de ese letardo en el que parecía estar inmerso, para demostrar al mundo, que aquel niño de 2.004 que tanto prometía, no les iba a defraudar; es más, su despegue acaba de comenzar para llegar al olimpo de los grandes del balompié.

1 comentario:

  1. Qué temporadón está haciendo por ahora, talento tiene a raudales y se le pedía regularidad, por fin! Está demostrando cuanto vale no a cuenta gotas, sino siendo decisivo cada partido.

    Un saludo crack! ventanadefutbol.blogspot.com

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